11 octubre, 2006

Huye

A veces no consigues la tranquilidad que buscas ni en tu propia casa. En tu jaula particular. Es como si de repente las paredes empezasen a romperse en pedazos. Cada astilla que se desprende con cada golpe va directa a tu cuerpo, y por más que intentas protegerte con tus manos la desesperación aumenta exponencialmente. Comienzas a sangrar, no necesariamente externamente, e intentas aislarte…

De repente descubres una caja de cartón. Te parece más confortable que permanecer más de cuatro segundos rodeado de escombros y decides meterte dentro. Entonces decides sellarla. Recubrirla completamente de celofán, atarla con cadenas y tirarla al mar. Esperas que nunca vuelva. Que nunca regrese. Que se pierda en las profundidades del océano…

Es imposible huir, pero tampoco hay vuelta atrás. ¿Querrás tú abrir la caja?

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