25 octubre, 2006

Tan sólo palabras...

“¿Por qué eres así?”

Estaba de espaldas y aprovechando esa situación dibujé una mueca sarcástica en mi rostro. Me disponía a responderte con cualquier tontería evasiva. Pero en el momento en el que me giré y te miré a los ojos comprendí el alcance de tu pregunta. Te quedaste mirándome fijamente con esos ojos negros. No fui capaz de apartar la mirada, y con sólo mirarnos supiste todo lo que quería decirte, y que estaba enterrado en lo más profundo de mí, esperando que alguien lo descubriese…

No me gustaba como se estaba tornando la expresión de tu cara, porque sabía que iba a lograr despertar mis sentimientos. En el momento en el que sabía que iba a empezar a doler decidí marcharme, pero en ese momento cogiste mi mano y me miraste aún más fijamente. Sentía como el pecho me dolía, pero esta vez era porque la maquinaria oxidada en la que se había transformado mi interior estaba comenzando a bombear de nuevo. No sabía que hacer. Quería soltar tu mano, dejar que todo lo bueno que queda en mí permanezca oculto, pero no podía. Tus ojos me estaban llamando y nunca había contemplado una mirada tan sincera. Levantaste tu mano y me acariciaste, y por una vez, sentí calor en mis mejillas. Apreté tu mano con fuerza a la vez que sentía que me estaba derrumbando. Te abracé y deseé que permanecer así por el resto de mi vida…


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo el amor es capaz de detener el tiempo.

http://elsexodelasmoscas.bitacoras.com

Anónimo dijo...

A veces hay que explorar el dolor. Pero, ¿cuándo es una ruta de descubrimientos y cuando una expedición inútil?