14 septiembre, 2006

Las partes más hermosas del infierno

Algunas noticias son como una patada en el estómago. Por un momento es como si tus pulmones se encogiesen. No eres capaz de respirar, y con cada intento por dar una bocanada de aire tu estómago te duele aún más. Por unos segundos que parecen eternos tu respiración se para y te sientes impotente e incapaz de hacer nada. Instantes después has recobrado el aliento y has encajado el golpe. Tu estómago está dolorido, pero aún puedes respirar, aunque sea con dificultad.

Otras veces son como una patada en la boca. Tus labios revientan y comienzan a sangrar. Sientes el calor y el sabor de la sangre, y sabes que te gusta. Por un momento disfrutas viendo como chorreas, hasta que notas que no para de sangrar. Cuando consigues hacer que pare la más leve sonrisa hará que la herida vuelva a abrirse, para recordarte que aún sigue ahí y que tardará en sanarse.

A veces no consigo distinguir esa débil línea entre el control de mis sentimientos y el no ser capaz de sentir nada. Aquello por lo cual no debería entristecerme no me provoca la más mínima ilusión. Mientras que el más mínimo error puede hacer que la noche se antoje larga y dolorosa. En lo referente a muchas cosas he perdido la ilusión. No me apetece volver a hacerme daño ni que me hagan daño. Estoy encerrado en este caparazón contemplando como todo se acelera a mí alrededor, mientras que aquí dentro todo parece ralentizarse. Podría morir en medio de una multitud y nadie se daría cuenta, porque para ellos ya estoy muerto. ¿Que si creo en el destino? La respuesta es no. Pero si creo que algunos nacemos muertos aunque parezcamos estar vivos. Nacemos para correr. Tan solo una cara entre la multitud. Nada de lo que preocuparse...

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