Aún más profundo
De repente te vi. Sin saber muy bien que debía sentir exactamente, bajamos juntos las escaleras. Me paraste y me preguntaste "qué tal" mientras posabas tu mano en mi estómago. Sorprendido de que me dirigieses la palabra, todo la rabia que sentía hacia ti desapareció porque estoy tan desesperado por dar cariño que consentiría esa humillación.
No recuerdo si dije algo. Sólo sé que posé mi mano en tu mejilla, y por tan solo un instante pude recordar ese tacto frío y suave. Tú sonreíste. Te acercaste a mí y me abrazaste colgándote de mi cuello. Yo pasé mi mano por detrás de tu espalda para posarla en tu hombro, sentir tu contacto y poder darte un beso. No podía creerlo. Te veía tan pequeña y delicada que tenía miedo de estropear el momento con mi habitual torpeza. Por un momento me sentí completo. Grabaría ese recuerdo con sangre para poder volver a sentirme como en ese momento.
Lástima que fuese un sueño. Despertar después de algo así es como una caída libre de 20 metros. Como un disparo directo al corazón. Parece que tus entrañas se aprietan hasta hacer que tu corazón no pueda latir. Te das cuenta de que vuelves a la misma mierda de siempre. Vuelves a la rutina aplastante, al hastío y al aburrimiento inquieto. Intentas recordar el sueño para hacer sangrar un poco más la herida. Volver a sentir algo diferente a lo de siempre. Pero el recuerdo se borra fácilmente. Las horas hacen que poco a poco se aleje como una pluma empujada por el viento. Y entonces piensas "Ha sido un sueño, pero nunca nada ha hecho que me sienta así". Con cada gota muero un poco más. Nadie imagina la necesidad de abrazarte, y sé que nunca podré hacerlo.
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